Frases

El hombre: un milímetro por encima del mono cuando no un centímetro por debajo del cerdo.

Pasa tu ida jugando y cantando, y cuando llegue el dolor y sobrevenga el infortunio acéptalo con una sonrisa.

La vejez es cuando sabes todas las respuestas pero nadie te hace las preguntas.

Optimista es el que os mira a los ojos; pesimista el que os mira a los pies.

El alma se adecúa insensiblemente a los objetos que la rodean, y son las grandes ocasiones las que hacen a los grandes hombres.

Las leyes, la lógica y los suizos pueden alquilarse por cualquiera en pro de su causa.

Es querer atar las lenguas de los maledicentes lo mismo que querer poner puertas al campo.

No me gusta el trabajo, a nadie le gusta. Pero me gusta que en el trabajo tenga la ocasión de descubrirme a mi mismo.

Nadie puede sospechar cuántas idioteces políticas se han evitado gracias a la falta de dinero.

La resignación es un suicidio cotidiano.

Odio la televisión. La odio como a los cacahuetes. Pero no puedo dejar de comer cacahuetes.

La alegría, cuanto más se gasta, más queda.

El hombre razonable se adapta al mundo; el irrazonable intenta adaptar el mundo a sí mismo. Así pues, el progreso depende del hombre irrazonable.

El tacto consiste en saber hasta dónde se puede llegar demasiado lejos.

Si hubiera preguntado a mis clientes qué necesitaban, habrían dicho: un caballo mejor.

Al Norte y al Sur, al Este y el Oeste, el hombre serrucha, con delirante entusiasmo, la rama donde está sentado.

La puerta de la felicidad se abre hacia adentro.

No pido riquezas, ni esperanzas, ni amor, ni un amigo que me comprenda; todo lo que pido es el cielo sobre mí, y el camino bajo mis pies.

Se encuentran medios para sanar la locura, pero no se encuentran para enderezar una mente retorcida.

Antes de casarme tenía seis teorías sobre la manera de educar a los hijos. Ahora tengo seis niños y ninguna teoría.

Las mentes son como los paracaídas; sólo funcionan cuando están abiertos.

Mire el sujeto,
las vueltas que da el mundo
para estarse quieto.

El patriotismo es el último refugio de los canallas.

La muerte para los mozos es naufragio y para los viejos tomar puerto.

Un hombre feliz es aquel que durante el día por su trabajo, y a la noche, por su cansancio, no tiene tiempo de pensar en sus cosas.